"Llegué con mucha culpa y confusión. Me sentía mala madre. Este espacio me ayudó a entender que mucho de lo que me angustiaba tenía sentido cuando pude ponerlo en palabras y a mirar con más ternura lo que me pasa también a mí.

Además, venía muy desbordada por las peleas constantes con mi hija adolescente. Sentía que nada de lo que hacía alcanzaba y que cada intento de acercarme terminaba en un choque. En el programa pude entender qué había detrás de esas reacciones, cómo poner límites sin romper el vínculo y cómo acompañarla sin perderme a mí en el proceso. Hoy nuestras conversaciones son más humanas, más posibles, y ya no siento que estoy sola adivinando cómo maternar".

“Llegué muy angustiada porque mi hijo tenía dificultades de aprendizaje y yo no sabía cómo acompañarlo. En la escuela me decían que ‘le costaba’ y en casa se frustraba, lloraba o evitaba hacer las tareas. Me sentía perdida y con miedo de estar haciéndolo mal.

Con Sofía entendí qué necesitaba realmente, no qué le faltaba. Aprendí a leer sus tiempos, a acompañarlo sin culpa. Hoy lo veo más tranquilo, más seguro, y yo también pude recuperar la calma. El acompañamiento me ayudó mucho.”

"Cuando llegué al programa estaba agotada. Mi hijo de 10 años tenía muchas dificultades para organizarse con la escuela: olvidaba tareas, se frustraba rápido y cada tarde era una batalla. Yo terminaba gritando, él llorando, y ambos con culpa. Sentía que estaba fallando como mamá porque nada de lo que probaba funcionaba.

En el espacio pude entender qué le estaba pasando realmente, por qué ciertos pedidos lo desbordaban y cómo acompañarlo sin exigirle algo que aún no podía dar. Aprendí herramientas para anticipar, ordenar y sostener sin sobrecontrolar. Hoy nuestras tardes son más tranquilas: él se siente más seguro, yo más confiada, y finalmente dejamos de vivir cada tarea escolar como una guerra."